Gata poderosa

Cat Power dio anoche su segundo show en la Argentina en un Gran Rex colmado. Chan Marshall y una banda que sonó de manera excelente hicieron un gran recital, aunque es inevitable compararlo con el que realizó hace ocho años en soledad.

Fines de 2001. La Argentina estaba al borde de la peor crisis de su historia y todo parecía que tarde o temprano acabaría mal. No nos equivocábamos. Sin embargo, algo pasó en un momento para apenas ¿doscientas? personas. Cat Power iluminó la noche de Buenos Aires en el pequeño y hermoso Teatro Margarita Xirgu de San Telmo.

Aquella noche, Chan Marshall se presentó en soledad. Muy pocos habían escuchado su nombre, y muchos menos sus discos, pero cuentan los rumores que estaba cerca de la Argentina y alguien la convenció para venir prácticamente a cambio del alojamiento. El recital fue hiptnótico, lleno de un magnetismo increíble de alguien que se estaba entregando a un público respetuoso que fue invadido lentamente en la propuesta musical de esa chica que lo primero que hizo fue correr el micrófono de donde estaba el foco de luz para tocar toda la noche en medio de las sombras, y luego sentarse a un piano de cola corriéndose el pelo para que no se le pudiera ver el rostro, tímida ella.

Aunque para algunos resultó errático y desconcertante (había problemas permanentes con la afinación de la guitarra), al terminar el concierto los que estábamos ahí nos dimos cuenta de que habíamos presenciado algo que podía llegar a ser, en pequeña medida, histórico.

Julio de 2009. Casi ocho años después de aquella visita Cat Power es hoy una figura más conocida, que llega con publicidad y marketing al Gran Rex, el teatro más imponente de Buenos Aires, que se rindió a sus pies en un lleno total que la recibió como ídola de muchos que ya están familiarizados con sus canciones, sus covers y su aire de femme fatale disimulado.

Esta vez Chan se presentó con una banda armada y no tocó ningún instrumento en toda la noche. Aunque se extrañó, no hacía falta, los músicos que trajo (Dennis Bauer, Erik Paparozzi, Jim White y Gregg Foreman) sonaban ajustados a la perfección. Tampoco tocó los "hits" de sus primeros discos, y se extrañaron.

Repartido en tres grandes bloques separados por dos largos momentos de distorsiones, el repertorio estuvo centrado en los últimos trabajos, en brindarle tributos distorsionados e irreconocibles a muchos grandes del rock americano (Bob Dylan, se sabe, es su preferido). Además, a su manera, intentó repartir el enfoque del público con la banda, y desde un costado del escenario o el pasillo de la platea, poner la piel de gallina con la vibración de su voz maravillosa. Otra noche memorable de Cat Power.

Emiliano Penelas

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