Intenta prohibírmelo

Fragmento del cuento "Aquel asunto del Rey", de Dashiell Hammett.
 
 
Romaine Frankl se levantó y vagó por la habitación, moviendo dos centímetros una silla aquí, arreglando allá un adorno, sacudiendo los pliegues de una cortina de la ventana, pretendiendo que un cuadro estaba algo torcido, moviéndose de un lado para otro como si alguien la transportara. Una graciosa muchachita vestida de raso rosado.

Se paró delante de un espejo, se retiró un poco a un lado de modo que pudiera verme reflejado en él y se arregló los rizos del cabello mientras decía casi ausente:

- Muy bien; Einarson quiere una revolución. ¿Qué hará su muchacho?

- Lo que yo le diga.

- ¿Qué le dirá usted que haga?

- Lo que resulte más barato. Quiero llevármelo a casa junto con todo su dinero.

Se apartó del espejo y se vino hacia mí, me revolvió el cabello y me besó en la boca, tomando mi rostro entre sus manos calientes y menudas.

- ¡Déme rápido una revolución, detective! -me dijo. Sus ojos estaban negros de excitación, su voz era gutural, su boca reía y su cuerpo temblaba-. Detesto a Einarson. Utilícelo y destrócelo, por mí. ¡Pero déme una revolución!

Me eché a reír, la besé y le dí la vuelta encima de mi pecho para que su cabeza se apoyara en mi hombro.

- Veremos -prometí-. Voy a encontrarme con ellos a medianoche. Quízá entonces sepa algo.

- ¿Volverás después de la reunión?

- Intenta prohibírmelo.

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